¿Qué causa la combustión espontánea humana?



Se le llama combustión espontánea humana porque la víctima termina convertida en cenizas, sin que haya mucho daño causado por el fuego en las cercanías ni una fuente obvia de encendido, esta en una de las anomalías que mayor entusiasmo provocan en los devotos de lo paranormal, la llamada Combustión Humana Espontánea (frecuentemente citada por sus siglas en ingles: SHC, Spontaneous Human Combustion). Implica que un cuerpo humano, por lo usual vivo, comienza a arder de un modo súbito, sin una fuente de ignición externa conocida; al parecer, el fuego es producido por calor generado internamente, a través de algún mecanismo oscuro e indeterminado (existen varias teorías al respecto, todas igualmente insatisfactorias). Desde el siglo XVII hasta la actualidad se han documentado varias decenas de casos de este insólito evento.

Es muy rara y las víctimas usualmente son ancianas y viven solas.

Muchos asumen que sólo fuerzas supernaturales o exóticas pueden explicar la razón para que, por ejemplo, se encuentre a menudo una pierna sin quemaduras, mientras que el resto del cuerpo está completamente quemado.

En su versión más divulgada, el fenómeno nos es presentado de la siguiente manera: de forma inesperada, la víctima estalla en llamas; el fuego aparece bruscamente y sin causa discernible, es muy intenso y extremadamente localizado; en un lapso de tiempo muy corto, de minutos o aún de segundos, el cuerpo queda casi completamente destruido y reducido a un pequeño montón de cenizas grisáceas. La víctima no tiene la más mínima posibilidad de pedir ayuda o de realizar maniobras salvadoras. Por contraste, los objetos ubicados en su proximidad quedan relativamente indemnes, incluyendo algunos tan extremadamente combustibles como una pila de periódicos o una caja de cerillas; en numerosas ocasiones, las ropas de la víctima resultan relativamente poco dañadas. Como detalle macabro adicional, algunos segmentos del cuerpo resultan casi intocados por las llamas, generalmente las piernas y los pies, en ocasiones los brazos. Cuando no es destruido, el cráneo queda encogido hasta un tamaño inverosímil. Una capa de hollín grasiento suele quedar depositada en las paredes y en el techo de la habitación. En otras ocasiones, pequeños fragmentos del cuerpo quedan esparcidos por las paredes: es la "Explosión Humana Espontánea", aún más espectacular pero mucho menos documentada en la literatura.

Pero lo más probable es que se trate de un proceso más aterrizado conocido como el 'efecto mecha'.
La víctima primero se muere de un ataque al corazón, un derrame o una caída.

Un cigarrillo prendido o una chispa de algún fuego cercano hace que su ropa arda sin llama.
Mientras la ropa se va quemando lentamente, el calor derrite la grasa que está debajo de la piel y la tela carbonizada la absorbe como una mecha y la quema.

Por lo visto, nos encontramos ante un fenómeno inexplicable desde el punto de vista de la llamada "ciencia oficial". ¿O quizás no? Pero, antes de sacar conclusiones, tengamos en cuenta dos puntos de cierta importancia:

1. La descripción que he dado del fenómeno es más o menos "standard" entre los divulgadores de lo paranormal; sigue los hechos a grandes rasgos, pero se caracteriza por un par de curiosas omisiones

2. La víctima siempre está sola, y en consecuencia no hay testigos. De hecho, no existe ningún caso verificado en que alguien haya observado una de esas supuestas "combustiones humanas espontáneas". ¿Ni un testigo? Pues sí, ningún testigo, en toda la ya larga historia del fenómeno...

Experimentos llevados a cabo con cadáveres de cerdos envueltos en cobijas han mostrado que arde con una llama suave y estable que calienta el cuerpo a 800ºC y dura por siete o más horas.

existen varias decenas de casos documentados, nada menos que desde el siglo XVII. Pero hay que tener cuidado respecto a lo que significa "documentado": en ocasiones se trata de información de segunda, tercera o cuarta mano, a veces conocemos solo un nombre, a veces solo una fecha, muchas veces ni eso. Y en todo caso, "documentado" no significa, de ninguna manera "verificado".

El primer caso con fecha conocida data, según parece, de 1673, cuando un ciudadano de París, anónimo y según parece alcohólico, "fue reducido a una pila de cenizas y unos pocos huesos de los dedos, pero la cama de paja en la que murió quedó intacta" (Garth Haslam: Spontaneous Human Combustion; Brief Reports in Chronological Order). Al respecto, no conocemos otras circunstancias. Otros autores citan un caso de 1662, sin proporcionar más detalles.



Un caso famoso ocurrió alrededor de 1731 (curiosamente, se desconoce la fecha exacta): el de la condesa Cornelia di Bandi de Cesena, de 62 años de edad. Los restos de esta noble dama fueron encontrados por su doncella en el piso de su dormitorio (se presume que al ir a despertarla en la mañana). El cuerpo de la condesa había quedado reducido a una pila de cenizas "que dejaban en la mano una humedad grasienta y maloliente", pero las piernas y los brazos se encontraban relativamente intactos; parte del cráneo y la quijada se encontraban entre las piernas. Las paredes de la habitación estaban cubierta de hollín, y el suelo de un liquido pegajoso; de la parte inferior de la ventana goteaba un extraño líquido amarillo y grasiento; la cama no había sufrido daños.

En el piso se encontró una lámpara de aceite vacía, cubierta de cenizas. Según parece, la fuente original de esta descripción es un artículo de 1746; posteriormente, este caso sería citado nada menos que por Charles Dickens. Es de hacer notar que en este incidente se encuentran prácticamente todos los hallazgos no míticos que posteriormente se repetirán una y otra vez en los casos modernos, y que caracterizan a la llamada "combustión humana espontánea".
La primera investigación sistemática del fenómeno se le debe al francés Jonas Dupont, quien en 1763 publicó un libro titulado De Incendis Corporis Humani Spontaneis. Según se cree, Dupont se inspiró en un caso ocurrido en febrero de 1725 en Rheims, el de una mujer llamada Nicole Miller, encontrada quemada en el piso de su cocina.

Después vendrían otros casos no menos famosos: el de John Irving Bentley, un cirujano de 92 años de edad, en 1966; en 1980 el de Henry Thomas, de 73 años; en 1986 el de George Mott, un bombero retirado de 58 años que sufría de una severa enfermedad pulmonar, por citar solo algunos.

pero en todo lo que se ha investigado sigue siendo uno de los casos mas extraños y dificil de poder explicar aun con las investigaciones que se an hecho.

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