Alicia a sido uno de los personajes que han tenido mas deleites, en cuanto a personajes y denotacion sobre su historia estaria de mas decirles, a diferencia de su historia de los comic, tambien tiene varias peliculas
A través de la tarde color de oro
el agua nos lleva sin esfuerzo por nuestra parte,
pues los que empujan los remos
son unos brazos infantiles
que intentan, con sus manitas
guiar el curso de nuestra barca.
Alicia empezaba ya a cansarse de estar sentada con su hermana a la orilla del río, sin tener nada que hacer: había echado un par de ojeadas al libro que su hermana estaba leyendo, pero no tenía dibujos ni diálogos. «¿Y de qué sirve un libro sin dibujos ni diálogos?», se preguntaba Alicia.
Así pues, estaba pensando, entonces vio algo muy curioso parecia una lampara pero mas extrana y desidio dejame asercarme entonces persibio un extrano holor y desidio probar, (y pensar le costaba cierto esfuerzo, porque el calor del día la había dejado soñolienta y atontada) si el placer de tejer una guirnalda de margaritas la compensaría del trabajo de levantarse y coger las margaritas, cuando de pronto saltó cerca de ella un Conejo Blanco de ojos rosados
No había nada muy extraordinario en esto, ni tampoco le pareció a Alicia muy extraño oír que el conejo se decía a sí mismo: «¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Voy a llegar tarde.
Un momento más tarde, Alicia se metía también en la madriguera, sin pararse a considerar cómo se las arreglaría después para salir.
Excenas de lo que pasaba en la madriguera.
El pozo era en verdad profundo, o ella caía muy despacio, porque Alicia, mientras descendía, tuvo tiempo sobrado para mirar a su alrededor y para preguntarse qué iba a suceder después.
Le pareció bien tirar al fondo el vestido, por miedo a matar a alguien que anduviera por abajo para abisar que algo iba cahiendo, se las arregló para dejarlo caer primero mientras seguía descendiendo.
Y mientras decía estas palabras, ensayó una reverencia. ¡Reverencias mientras caía por el aire! ¿Creéis que esto es posible?Se estaba durmiendo de veras y empezaba a soñar que paseaba con Dina de la mano y que le preguntaba con mucha ansiedad: «Ahora Dina, dime la verdad, ¿te has comido alguna vez un murciélago?», cuando de pronto, ¡cataplum!, fue a dar sobre un montón de ramas y hojas secas. La caída había terminado.

Alicia no sufrió casi ningun daño, algunos rasguñones y se levantó de un salto. Miró hacia arriba, pero todo estaba oscuro, aunque donde estaba habia muchas espinas y ramas, cuando se levanto se dio cuaenta, que el vestido lo tenia puesto, lo unico que se habia desgarrado con las espinas.
Ante ella se abría otro largo pasadizo, y alcanzó a ver en él al Conejo Blanco, que se alejaba a toda prisa. No había momento que perder, y Alicia, sin vacilar, echó a correr como el viento, y llego justo a tiempo para oírle decir, mientras doblaba un recodo:
-¡Válganme mis orejas y bigotes, qué tarde se me está haciendo!
Iba casi pisándole los talones, pero, cuando dobló a su vez el recodo, no vio al Conejo por ninguna parte.
Al salir de las hojas y levantarse observo, Había puertas alrededor de todo el vestíbulo, pero todas estaban cerradas con llave, y cuando Alicia hubo dado la vuelta, bajando por un lado y subiendo por el otro, probando puerta a puerta, se dirigió tristemente al centro de la habitación, y se preguntó cómo se las arreglaría para salir de allí.
Pero, ¡ay!, o las cerraduras eran demasiado grandes, o la llave era demasiado pequeña, lo cierto es que no pudo abrir ninguna puerta. Sin embargo, al dar la vuelta por segunda vez, descubrió una cortinilla que no había visto antes, y detrás había una puertecita de unos dos palmos de altura.
De repente se encontró ante una mesita de tres patas, toda de cristal macizo.
Solo había dos cosas sobre ella, una diminuta llave de oro, y un hermoso vestido, lo primero que se le ocurrió a Alicia fue que la llave debía corresponder a una de las puertas del vestíbulo y que ya que su vestido estava rasgado debia probarse este.
Probó la llave de oro en la cerradura, y vio con alegría que al igual que el vestido la llave ajustaba bien.
Alicia abrió la puerta y se encontró con que daba a un estrecho pasadizo, no más ancho que una ratonera. Se arrodilló y al otro lado del pasadizo vio el jardín más maravilloso que podáis imaginar.
Al ver que no cabia volvio a la mesa y Esta vez encontró en la mesa una botellita («que desde luego no estaba aquí antes», dijo Alicia), y alrededor del cuello de la botella había una etiqueta de papel con la palabra «BEBEME» hermosamente impresa en grandes caracteres.
Aunque ella no sabia exactamente que era, aquella botella no llevaba la indicación «veneno», así que Alicia se atrevió a probar el contenido, y, encontrándolo muy agradable (tenía, de hecho, una mezcla de sabores a tarta de cerezas, almíbar, piña, pavo asado, caramelo y tostadas calientes con mantequilla, entre otras hiervas), se lo acabó en un santiamén.
-¡Qué sensación más extraña! -dijo Alicia-. Me debo estar encogiendo o flotando, que me pasa.
En efecto: ahora desia medír sólo veinticinco centímetros, y su cara se iluminó de alegría al pensar que tenía la talla adecuada para pasar por la puertecita.
Decidió salir en seguida al jardín. Pero, ¡pobre Alicia!, cuando llegó a la puerta, se encontró con que había olvidado la llavecita de oro y cuando volvió a la mesa para recogerla, descubrió que no le era posible alcanzarla.
Podía verla claramente a través del cristal, e intentó con ahínco trepar por una de las patas de la mesa, pero era muy resaladiza asi qu se puso a llorar.
Era algo fuera de lo comun por que alicia esta curiosa criatura le gustaba mucho comportarse como si fuera dos personas a la vez.
»Poco después, su mirada se posó en una cajita de cristal que había debajo de la mesa. La abrió y encontró dentro un diminuto pastelillo, en que se leía la palabra «COMEME», deliciosamente escrita con grosella. «Bueno, me lo comeré», se dijo Alicia, «y si me hace crecer, podré coger la llave, y, si me hace todavía más pequeña, podré deslizarme por debajo de la puerta
Continuara
A través de la tarde color de oro
el agua nos lleva sin esfuerzo por nuestra parte,
pues los que empujan los remos
son unos brazos infantiles
que intentan, con sus manitas
guiar el curso de nuestra barca.
Alicia empezaba ya a cansarse de estar sentada con su hermana a la orilla del río, sin tener nada que hacer: había echado un par de ojeadas al libro que su hermana estaba leyendo, pero no tenía dibujos ni diálogos. «¿Y de qué sirve un libro sin dibujos ni diálogos?», se preguntaba Alicia.
Así pues, estaba pensando, entonces vio algo muy curioso parecia una lampara pero mas extrana y desidio dejame asercarme entonces persibio un extrano holor y desidio probar, (y pensar le costaba cierto esfuerzo, porque el calor del día la había dejado soñolienta y atontada) si el placer de tejer una guirnalda de margaritas la compensaría del trabajo de levantarse y coger las margaritas, cuando de pronto saltó cerca de ella un Conejo Blanco de ojos rosados
No había nada muy extraordinario en esto, ni tampoco le pareció a Alicia muy extraño oír que el conejo se decía a sí mismo: «¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Voy a llegar tarde.
Un momento más tarde, Alicia se metía también en la madriguera, sin pararse a considerar cómo se las arreglaría después para salir.
Excenas de lo que pasaba en la madriguera.
El pozo era en verdad profundo, o ella caía muy despacio, porque Alicia, mientras descendía, tuvo tiempo sobrado para mirar a su alrededor y para preguntarse qué iba a suceder después.
Le pareció bien tirar al fondo el vestido, por miedo a matar a alguien que anduviera por abajo para abisar que algo iba cahiendo, se las arregló para dejarlo caer primero mientras seguía descendiendo.
-¡A lo mejor caigo a través de toda la tierra! ¡Qué divertido sería salir donde vive esta gente que anda con la cabeza metida abajo! Los antipáticos, creo...
Y mientras decía estas palabras, ensayó una reverencia. ¡Reverencias mientras caía por el aire! ¿Creéis que esto es posible?

Alicia no sufrió casi ningun daño, algunos rasguñones y se levantó de un salto. Miró hacia arriba, pero todo estaba oscuro, aunque donde estaba habia muchas espinas y ramas, cuando se levanto se dio cuaenta, que el vestido lo tenia puesto, lo unico que se habia desgarrado con las espinas.
Ante ella se abría otro largo pasadizo, y alcanzó a ver en él al Conejo Blanco, que se alejaba a toda prisa. No había momento que perder, y Alicia, sin vacilar, echó a correr como el viento, y llego justo a tiempo para oírle decir, mientras doblaba un recodo:
-¡Válganme mis orejas y bigotes, qué tarde se me está haciendo!
Iba casi pisándole los talones, pero, cuando dobló a su vez el recodo, no vio al Conejo por ninguna parte.
Al salir de las hojas y levantarse observo, Había puertas alrededor de todo el vestíbulo, pero todas estaban cerradas con llave, y cuando Alicia hubo dado la vuelta, bajando por un lado y subiendo por el otro, probando puerta a puerta, se dirigió tristemente al centro de la habitación, y se preguntó cómo se las arreglaría para salir de allí.
Pero, ¡ay!, o las cerraduras eran demasiado grandes, o la llave era demasiado pequeña, lo cierto es que no pudo abrir ninguna puerta. Sin embargo, al dar la vuelta por segunda vez, descubrió una cortinilla que no había visto antes, y detrás había una puertecita de unos dos palmos de altura.
De repente se encontró ante una mesita de tres patas, toda de cristal macizo.
Solo había dos cosas sobre ella, una diminuta llave de oro, y un hermoso vestido, lo primero que se le ocurrió a Alicia fue que la llave debía corresponder a una de las puertas del vestíbulo y que ya que su vestido estava rasgado debia probarse este.

Probó la llave de oro en la cerradura, y vio con alegría que al igual que el vestido la llave ajustaba bien.
Alicia abrió la puerta y se encontró con que daba a un estrecho pasadizo, no más ancho que una ratonera. Se arrodilló y al otro lado del pasadizo vio el jardín más maravilloso que podáis imaginar.
Al ver que no cabia volvio a la mesa y Esta vez encontró en la mesa una botellita («que desde luego no estaba aquí antes», dijo Alicia), y alrededor del cuello de la botella había una etiqueta de papel con la palabra «BEBEME» hermosamente impresa en grandes caracteres.
Aunque ella no sabia exactamente que era, aquella botella no llevaba la indicación «veneno», así que Alicia se atrevió a probar el contenido, y, encontrándolo muy agradable (tenía, de hecho, una mezcla de sabores a tarta de cerezas, almíbar, piña, pavo asado, caramelo y tostadas calientes con mantequilla, entre otras hiervas), se lo acabó en un santiamén.
-¡Qué sensación más extraña! -dijo Alicia-. Me debo estar encogiendo o flotando, que me pasa.
En efecto: ahora desia medír sólo veinticinco centímetros, y su cara se iluminó de alegría al pensar que tenía la talla adecuada para pasar por la puertecita.
Decidió salir en seguida al jardín. Pero, ¡pobre Alicia!, cuando llegó a la puerta, se encontró con que había olvidado la llavecita de oro y cuando volvió a la mesa para recogerla, descubrió que no le era posible alcanzarla.
Podía verla claramente a través del cristal, e intentó con ahínco trepar por una de las patas de la mesa, pero era muy resaladiza asi qu se puso a llorar.
Era algo fuera de lo comun por que alicia esta curiosa criatura le gustaba mucho comportarse como si fuera dos personas a la vez.
»Poco después, su mirada se posó en una cajita de cristal que había debajo de la mesa. La abrió y encontró dentro un diminuto pastelillo, en que se leía la palabra «COMEME», deliciosamente escrita con grosella. «Bueno, me lo comeré», se dijo Alicia, «y si me hace crecer, podré coger la llave, y, si me hace todavía más pequeña, podré deslizarme por debajo de la puerta
Continuara
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