Rongo Rongo


Son varias tallas de madera, que fueron descubiertas en la isla de Pascua en el siglo XIX, corresponden a un sistema de escritura, posiblemente el único estructurado de Oceanía, pero todavía sin descifrar. Lo glifos parecen representar siluetas de seres antropomórficos en diversas posturas, criaturas fantásticas semejantes a las aves, plantas y a otros animales terrestres y acuáticos, así como objetos celestes. Algunos de los estudiosos que han escrito sobre estas tallas de madera se han aventurado a considerar que podrían ofrecer pistas sobre el colapso de la civilización.

Se conoce con el nombre de rongorongo a un sistema de escritura descubierto en la isla de Pascua en el s. XIX, tallado primordialmente con puntas de obsidiana y elaborado a partir de dientes de tiburón, en su mayoría sobre tablillas de madera.

Los habitantes nativos de la isla de Pascua la llamaron también kohau rongorongo. La traducción corriente del término kohau es madera que sirve a fabricar el casco de las canoas, y rongorongo es ‘gran mensaje’ o ‘gran estudio’. También fue traducido como ‘líneas de recitación’ o ‘báculos recitadores’.

Hay autores que dicen que esta forma de escritura es la única escritura estructurada en toda Oceanía, aunque falta todavía un desciframiento fiable para comprobarlo. Los símbolos o los glifos vienen tallados a lo largo de ranuras hechas con antelación al grabado en los artefactos y son de una altura media entre 9 y 14 mm. Parecen representar gráficamente figuritas de seres antropomórficos en diversas posturas, otras criaturas de fantasía que se asemejan a las aves, a las plantas y a otros animales terrestres y acuáticos, objetos celestes, así como también objetos geométricos, pequeños anzuelos, entre otros.

Los signos que componen los textos están mayormente bien estilizados, tienen casi la misma altura y vienen alineados sin aparente división (espacios blancos o signos de puntuación) entre ellos, formando un tipo de escritura continua, típica de algunos sistemas de escritura antiguos, p.ej. los textos antiguos de la literatura griega o ciertas muestras del idioma etrusco. Las inscripciones terminan cuando aparece algún "nudo", alguna protuberancia natural u otra irregularidad (por ejemplo fragmentos carcomidos, quemados por el fuego, arruinados por la humedad) sobre la superficie de los objetos o como es de esperar, cuando el espacio físico sobre ellos se agota. El tamaño y la forma de las tablas, cuya edad está aún por determinar con exactitud, son dispares.

Se dice que las tablillas se deben leer a partir de la primera línea del rincón izquierdo del recto y continuar de manera lineal hasta el fin del renglón y luego darle la vuelta para seguir con el próximo. (Sin embargo, el texto inscrito encima del Bastón de Santiago resulta una excepción). No obstante, no está bastante claro si todas las tablillas contienen un documento de carácter unitario o si alguna de ellas podría servir de depósito o colección de documentos diferentes, por lo que el punto de partida de lectura es un asunto pendiente. Observando la fragmentación del texto en secuencias desiguales, hay razones para creer que algunas tablillas retienen esa función. Fischer dice que la tablilla Mamari tiene la apariencia de ser un encadenamiento de varias secuencias de distintas clases nota  Al parecer, Fischer estaba en lo cierto, pues al analizar estructuralmente el texto C, llamado «tablilla Mamari», se observan grupos de secuencias que se repiten en ambos lados del artefacto. Esas distintas secuencias, compuestas en mayor grado de elementos idénticos o semejantes, podrían testificar a favor de «listas», «estribillos» o «fórmulas», tan arraigados y comunes en el folclore antiguo de Rapanui. Varios estudiosos dan cuenta de la posibilidad de listas incluidas en varios objetosrongo-rongo en consideración de glifos delimitadores sin valor fonético del tipo 380.1 (3/52), véase Barthel (1958), Horley (2007:28). Verbigracia, esos glifos señalarían el inicio o el fin de oraciones paganas relacionadas con prácticas mágicas, destinadas a capturar prisioneros de guerra y posiblemente tramitar venganza y muerte a los malhechores; no faltarían tampoco secuencias toponímicas u onomásticas insertadas entre dichos delimitadores. Es de esperar que los glifos rongo-rongo organizados e incrustados en tales grupos secuenciales, reflejen parte de la cultura pre-cristiana pascuense. Sería descabellado pensar que el escriba derrochara talento, material precioso y escaso —madera— y tiempo para grabar un galimatías de símbolos y bobadas parecidas en la superficie de la tablilla 'Mamari'.

Cuando Jacques B.M. Guy comenta tres tablillas, la de 'Gran Santiago' (Texto H), la de 'Gran Leningrado' (Texto P) y la de 'Pequeña Leningrado' (Texto Q), que él considera que trasmiten «casi exactamente el mismo texto jeroglífico», y las compara con el contenido de la la tablilla Tahua (Texto A o ‘el Remo’), observa que esta tiene el aspecto de ser ‘‘una compilación, como colección de textos abreviados, ya perdidos, salvo su principio, encontrados en esas otras tres tablillas

Mencionamos de nuevo que el material utilizado para el grabado de los signos rongo-rongo, el soporte en otros términos, es madera. La elección del soporte está establecida comúnmente por los recursos materiales que el perímetro natural pueda ofrecer a los escribas nativos. En el caso de los antiguos rapanuis, la mayor parte de los signos tallados aparecen sobre madera, y en menor medida sobre material rupestre, como petroglifos, y posiblemente sobre huesos de peces grandes y mamíferos marinos. Si los escribas hubieran grabado en otros materiales perecederos como calabaza o cuero, se espera que con el paso de tiempo, se hubiesen destruido los ‘textos’ que venían allá. En caso de soportes perdurables, como madera dura o piedra, la probabilidad de supervivencia es mayor; no obstante, las condiciones atmosféricas y físicas del entorno combinadas con la violencia ejercida por los humanos, son soberanamente determinantes. Además, habrá que rememorar que el soporte condiciona la forma de los signos. Por tanto, la solidez y la textura de fibras de la leña condicionarían hasta cierto punto la simplificación o sofisticación morfológica de los signos rongo-rongo incisos en las tablillas. El material en el que se han grabado los glifos pertenece a varias especies de árboles autóctonos o forasteros. Entre los árboles nativos, se podrían citar el toromiro (Sophora toromiro) , el makoi (Thespesia populnea) , el hau (Triumfetta semitriloba) y el sándalo (Santalum) . Así, Métraux (1940:17) comentaba que «la madera de una de las tablillas [rongorongo] en el Museo del Arte Popular en Viena (22869) ha sido analizada y reconocida como Thespesia populnea». En el caso del material ‘forastero’ eso es comprensible, si tenemos en cuenta la escasez de la forestación en la isla de Rapanui, especialmente en un período relativamente tardío de su historia. Los habitantes recogían al azar piezas flotantes de madera a la deriva para poder inscribirlas y seguir así con la tradición.



La escritura rongorongo era conocida por los llamados tangata rongo rongo o maorí rongo rongo, personas bien entrenada en su canto y lectura. Algunas hipótesis ofrecidas proponen que los signos inscritos en las tablillas servían como ayuda, a modo de memoria technica al estilo de los pallares de las tribus confederadas moche, de Perú (Larco Hoyle 2001 [1938]), de los cinturones bordados wampum de los amerindios iroqueses, de las conchas caurí de los Yoruba de Nigeria, etc, para almacenar y recordar cantos religiosos, tradiciones y genealogías. El conocimiento del significado verdadero de las inscripciones se perdió cuando esclavistas provenientes de Perú se llevaron de Rapa Nui, entre los años 1862 y 1863, a gran parte de los hombres en edad de trabajar para la labor penosa de la extracción y explotación de guano en las islas Chincha de Perú. Sin embargo, su destino final parece haber sido el de braceros y de siervos trabajando para los terratenientes peruanos del continente. Entre ellos, es de suponer, iban los tuhunga tā, los expertos versados en la tradición sabia de kohau rongo-rongo y cuando éstos murieron lejos de su tierra ancestral, su conocimiento parece haberse perdido irremisiblemente. De manera paralela, el padre Sebastián Englert (1948) ha comentado «estos conocimientos han bajado a la tumba con los tangata manu, hombres sabios en ciencia antigua».

Los entendidos en la materia dicen que quedan veinticinco objetos de madera auténticos en total, conservados en varios museos del mundo, más la reproducción de un objeto destruido, que contienen signos rongo rongo: catorce tablillas completas, nueve fragmentos de tablillas, dos reimiros (pectorales decorativos), uno siendo el llamado «reimiro de Londres 9295», texto L con unos 44 glifos incisos y el otro, un reimiro de un signo compuesto (un diglifo), conocido como el Reimiro de Londres 6847, texto J, un bastón de cacique, el Bastón de Santiago (alias, the Santiago Staff) que contiene el mayor número de glifos tallados, casi unos 2320 de ellos (según Fischer 1997) y una estatuilla esculpida en madera, conocida como tangata manu, el hombre-pájaro’. Sin embargo, se sabe que hubo muchas más inscripciones porque el primer misionero en Rapa Nui, el Hermano Eugène Eyraud (1820-1868), describió la existencia de centenares de tablillas y varas grabadas en un informe enviado a su superior en diciembre de 1864.

«Dans toutes les cases on trouve des tablettes de bois ou des bâtons couverts de plusieurs espèces de caracteres hiéroglyphiques: ce sont des figures d'animaux inconnues dans l'île, que les indigènes tracent au moyen de pierres tranchantes» [traducción: “En todas las chozas se encuentran tablillas de madera o varas cubiertas de muchos tipos de caracteres jeroglíficos: esas son figuras de animales desconocidos en la isla que los nativos los graban mediante piedras afiladas (puntas de obsidiana) ’].



Los pascuenses, diezmados por las enfermedades y la esclavitud (a finales del siglo XIX quedaban solo unos 200 nativos en la isla), otorgaron poderes mágicos a las tablillas, tanto beneficiosos como malignos, pero algunos misioneros, considerándolas ‘satánicas’ lograron convencer a buena parte de sus poseedores para que las utilizaran como combustible para calentarse o que se deshicieran de ellas de otras maneras. Otras simplemente se pudrieron en las cuevas donde estaban escondidas. Actualmente, la probabilidad de encontrar una auténtica tablilla rongorongo es prácticamente nula. Los objetos originales conservados en los museos son de valor incalculable y una fuente de importancia primaria para el probable desciframiento de ese sistema de escritura único en el mundo


Fuente Wikipedia, youtube

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